DANZA DE NATALIA

El olor de mil perfumes se mezcla con el del humo del tabaco y el sudor formando una atmósfera cálida, a veces irrespirable.

El mismo ritmo repetido de cualquier discoteca, los mismos acordes simplificados, suenan una y otra vez.

Luces cegadoras, rojas, azules, verdes...

Me he preguntado, como tantas otras veces: “¿Por qué estoy yo aquí?”

Es esa muchacha que no para de bailar. Noche tras noche voy siguiendo sus pasos allá donde va.

Vibran con la música todas las fibras de mi cuerpo. Ella, como siempre, está en la pista, moviendo su cuerpo sin parar.

Su pelo suave se mece al ritmo de la música. Su rostro se colorea de neón. Jamás se cansa de bailar. Es la diosa del disco-bar.

Otra vez más he intentado hablar con ella. Pero no escucha a nadie. No para de bailar.

Mis sentidos se embotan, he tomado demasiado alcohol.

Me pregunto, como tantas otras veces: “¿Qué hago yo aquí?”

Es esa muchacha de música y luz.

Es esa muchacha de anuncio de televisión.

No para de bailar.



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