MISERERE MEI
Cuánto dolor en mi pecho,
cuánto pesar en mi corazón,
cuánto temor de la muerte
en este infierno vital
que me envuelve.
Sumido en la angustia
viene a mi mente
una oración casi olvidada,
una oración terrible
que apenas mis labios
se atreven a articular...
Miserere; miserere mei, Deus, ...
Dies irae, dies illa
Solvet saeclum in favilla:
Teste David cum Sibylla...
Cuando el Juez se haya sentado,
todo saldrá a la luz;
nada quedará sin castigo.
¿Qué diré yo entonces, desgraciado de mí?
¿A que protector invocaré
cuando ni los justos pueden estar confiados?
Buscándome te sentaste fatigado;
me redimiste con el sacrificio de la cruz;
que no sea en vano tanto trabajo.
Juez que castigas con justicia,
otórgame el perdón
antes del día señalado.
Gimo como un acusado
y mi cara se sonroja por el pecado;
te imploro, Dios mío, el perdón.
Tú que absolviste a María Magdalena
y perdonaste al buen ladrón,
también a mí me has dado esperanzas.
No soy digno de que escuches mis súplicas,
pero que por tu bondad y misericordia
no sea destinado al fuego eterno.
Concédeme un lugar entre las ovejas
y sepárame de los cabritos
colocándome a tu diestra.
Miserere mei, Deus.
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