EL AMOR VERDADERO
Duermo, pero mi corazón vigila. La voz de mi amado llama: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está llena de rocío y mis sienes empapadas en las gotas de la noche.
Me he quitado mi túnica, ¿cómo volver a vestírmela? He lavado mis pies, ¿cómo ensuciármelos de nuevo?
Mi amado introdujo la mano por el ojo de la cerradura y mis entrañas se conmovieron.
Me levanté, pues, para abrir a mi amado; y mis manos destilaron mirra, mis dedos la mirra que rezuma sobre el pestillo de la cerradura.
Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido. Desfallecía mi alma por seguirle. Le busque y no le hallé, le llamé pero no me respondió. [...]
Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo, porque el amor es fuerte como la muerte; la pasión es inflexible como el infierno; sus dardos son dardos de fuego; sus llamas, llamas de Dios.
Las muchas aguas no pueden extinguir el amor, ni los ríos sumergirlo.
(Cantar de los Cantares)
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